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También conocido como “Castillo Viejo”, esta construcción se sitúa a la cumbre de un monte (347 m), junto a la carretera que comunica Llutxent con Pinet, a la partida de Jericó.

Se trata de una fortaleza del tipo de castillos de zona rural, también conocidos como albacar. Fue construido en el siglo XII, durante el periodo Almohade. De planta triangular con doble recinto amurallado y ángulos reforzados con torreones defensivos, destaca la cisterna excavada, para almacenar agua, que encontramos a su interior. Justo es decir, que esta fortificación islámica es una de las mejor conservadas de su cronología a las Comarcas Centrales. Conquistado por los cristianos en 1244, sirvió en principio como refugio a los colonos cristianos instalados en la nueva puebla de Llutxent. Tanto el Castillo como el entorno natural conocido como "Monte Santo" están indisolublemente unidos a una de las leyendas y tradiciones más populares de nuestras tierras, el llamado "Milagro de los Corporales". El suceso en que se basa sucedió durante la Batalla de Llutxent, que tuvo lugar en junio de 1276 con la segunda revuelta de A el-azraq, y concretamente detrás de los violentos sucesos ocurridos después de la muerte de este líder rebelde. Los musulmanes sublevados, capitaneados por Aben-Bazel, después de saquear la villa se refugiaron en el castillo, donde acudieron a hacerlos frente las fuerzas cristianas, probablemente sin el conocimiento de Jaume I, quien en esos momentos se encontraba enfermo de muerto en Xàtiva, aunque la leyenda quiere que fuera transportando en litera hasta el lugar de la batalla para alentar a sus tropas. En un principio, las fuerzas cristianas sufrieron una severa derrota en qué murieron o fueron hechos prisioneros importantes caballeros. En el más llevar de la batalla, cuando todo parecía perdido para las fuerzas cristianas, el sacerdote rector de Santo Cristòfol de Daroca encontró gotas de sangre en los corporales con qué había envuelto unas hostias consagradas después de celebrar misa, lo cual se consideró un hecho milagroso e infundió nuevas fuerzas en los cristianos, los que recuperaron el castillo, vencieron y expulsaron los musulmanes que se refugiaron en la fortaleza de Montesa, último de sus baluartes hasta su derrota definitiva. Los corporales fueron, siempre según la tradición, transportados prodigiosamente hasta Daroca (Zaragoza), donde todavía se veneran en su iglesia. La fortaleza tenía una estructura compleja, ocupando alrededor de 5.000 m2 de superficie, lo cual unido a las grandes medidas de su aljibe demuestra que podía albergar a una importante guarnición y a numerosos civiles que en él buscaron refugio. Su recinto amurallado es doble, de forma irregular y alargada, construido en base de tapia y masonería, con potentes torres rectangulares en los lados. Cada uno de los recintos presenta una entrada única, habiéndose conservado el superior en mejor estado. El castillo se mantuvo en uso más o menos permanente hasta el S. XVII, cuando fue definitivamente abandonado, aunque después de la construcción en el S. XIV del Palacio o Castillo Nuevo en el casco urbano de la nueva Llutxent ya había perdido su importancia defensiva. Actualmente es propiedad municipal, y aunque se encuentra en escombros sus imponentes restos, fácilmente visitables, todavía evocan sus pasadas glorias.