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Sencilla y pequeña edificación, de planta cuadrada de ladrillo caravista, cubierto por cúpula de tejas campaniforme, rematada con cruz de forja, culmina el calvario existente en la cumbre del monte sobre el que se asienta Quesa, en el camino de subida a los restos del Castillo, antigua fortaleza de época musulmana.

Se construyó a finales del siglo XVIII conmemorando la visita de los misioneros Franciscanos del monasterio Santo Espíritu de Gilet. A lo largo de los años ha sido rehabilitada en varias ocasiones, la más reciente incorporó a los pies de la Cruz los nombres de las personas que siendo devotos sufragaron los costes de la reforma.


Posee unas rejas metálicas que permiten observar el interior, justo en el centro una gran cruz y en el lateral una imagen de la Virgen de los Desamparados proveniente de una de las casas del pueblo.