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Considerada el símbolo de la población, esta fuente de estilo modernista es llamada así por el número de caños que dan agua. La fuente está en una de las fachadas de una pequeña construcción a tres vertientes y se halla adosada a otra con cubrición plana en la que está el pozo. Tiene un marcado carácter ornamental al estar decorada con un gran panel de azulejos en el muro que sustenta las salidas de agua. Estos azulejos se intercalan a modo de damero: unos presentan una temática que hace referencia a oficios tradicionales, costumbres o bailes regionales, y otros están en blanco. En la parte central de la fuente hay un panel también cerámico, formado a modo de mosaico con azulejos del mismo tamaño que los comentados con anterioridad, en el que se representa a San Isidro Labrador. A ambos lados de esta imagen se disponen unos azulejos con motivos florales y a sus lados dos mosaicos con sendos jarrones en azul.

En la parte de debajo del santo se observa otro mosaico que representa un paisaje de un río y unas casas. Los caños de la fuente, de bronce, no están exentos de ese decorativismo, simulando cabezas de monstruos, excepto la central que representa una cabeza de león. El edificio se remata con una estructura cuadrada cerrada con malla metálica y adornada con azulejo. En la parte de detrás de la fuente está la entrada al pozo, poseyendo una mayor sobriedad y resaltando las esquinas, de ladrillo cara vista pintados de rojo, estando el resto encalado. En la fuente hay dos placas con dos inscripciones en las que se hace referencia a las dos restauraciones que ha tenido la fuente. Se piensa que su origen pudiera estar en la época musulmana cuando se construyeron en Siete Aguas, la red de acequias, la Balsa (abastecida por el sobrante esta fuente), y el Molino Pequeño (hoy por hoy desaparecido). Su agua es muy preciada por todos los habitantes de Siete Aguas y por los visitantes que llegan al municipio atraídos por su alto valor medicinal.

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