Los tesoros de la Albufera de Anna
La espléndida naturaleza que exhibe la zona baja de la comarca valenciana de la Canal de Navarrés dota de unas características geológicas particulares a la localidad de Anna (2.678 habitantes), que a su vez permite ofrecer a quien se acerca por aquí la contemplación de hermosos espectáculos naturales donde el agua es el protagonista más destacado.
En Anna, en la comarca de La Canal de Navarrés, el susurro que desprende el agua está omnipresente por todo el municipio, donde coexisten gorgos y fuentes de bello rumor para deleite sonoro y visual del viajero. Pero es su espectacular albufera, una laguna que además está envuelta de leyendas, lo que más llama la atención de Anna. Localizada a un kilómetro de distancia del casco urbano, se trata de un lago que alcanza una extensión de 300 metros de ancho y tiene un pequeño islote en el centro en el que anidan garzas, patos y ocas.
Se recomienda al viajero que visite la albufera de Anna después de unos días de lluvia, cuando llega la calma y arrecia la tranquilidad en todo su entorno. Es entonces cuando aparecen de las profundidades acuosas los denominados 'brotadores' o 'ullals' de la laguna, unos pequeños manantiales que simulan ser los chorros de agua de una fuente cualquiera.
Contemplar la albufera de Anna es un espectáculo para los sentidos. Cuando menos se les espera, saltos, canales y balsas surgen en cada rincón, que unidos a la vegetación que la envuelve, sobre todo formada por pinos y plataneros, hacen de este lugar un espacio único en la Comunitat Valenciana. Pero aún hay más. El viajero, solo o acompañado, tiene a su disposición en la laguna de Anna espacios habilitados para el descanso, restaurantes y chiringuitos. Sin lugar para el aburrimiento.
No sólo el lago llama la atención del visitante. También el Gorgo de la Escalera, una gran poza de agua a la que se desciende mediante 136 escalones; el Gorgo Catalán, otra cascada que forman las aguas procedentes de la Fuente Negra; o el Azud, una profunda acequia que da lugar al Gorgo del Palet. Todo lo relacionado con el líquido elemento tiene su significado en Anna, un verdadero paraíso acuático.
Los restos hallados en el término municipal de esta población hablan de una ocupación humana de miles de años, lo que no resulta de extrañar dada la abundancia del fluido que nos dota de vida. El origen de su nombre quizá reside en el vocablo árabe yanna y en cualquiera de sus acepciones, huerto o jardín, que denota precisamente la presencia de agua o la fertilidad que aporta.
La Alhambra valenciana
Vinculado también con el mundo del agua, existe en Anna otra joya visitable, pero en este caso, de tipo monumental. El Palacio de los Condes de Cervellón (Paseo de la Alameda, 4), que alberga el Museo Etnológico de la Villa y el Museo del Agua, está considerado 'la Alhambra valenciana'. Razones no le faltan. Cuenta con un espectacular patio y sala de origen árabe que sin duda atraen el interés del viajero más curioso. A lo largo y ancho del edificio se sucede una hermosa decoración islámica repleta de mosaicos cerámicos, artesonados y yeserías.
El palacio fue restaurado y adaptado como vivienda a comienzos del siglo XVII después de que el rey Felipe III concediera Anna con el título de condado a Fernando Pujades de Borja. De su etapa original (siglos XII-XIII) permanecen los basamentos del edificio en su parte posterior. A destacar que las propias aguas de la laguna de Anna descienden por el Palacio de los Condes de Cervellón mediante una cascada. Adosado al inmueble se encuentra la capilla de Santa Ana, con salida a la plaza de la Alameda.
Anna padeció un terremoto en el año 1748 y sus efectos se notaron en el edificio, que ha sido reformado en varias ocasiones. Hoy luce un aspecto espléndido que nos recuerda a los escenarios de Las mil y una noches. Aunque las primeras referencias que tenemos del palacio datan del 2 de septiembre de 1244, donde aparece en la carta de donación que el rey Jaime I hace de la localidad y su castillo a la Orden de Santiago.

