Molino harinero de dos plantas, cuya fábrica es de piedra y mampostería, con una cubrición de tejas a dos aguas, y encalado. Situado en un meandro de la rambla del Papán, se alimentaba del agua procedente del manantial de la fuente del Cañico (junto al puente de piedra de Siete Aguas), canalizada por una acequia que la conducía hasta la balsa, situada junto a la fachada Oeste del edificio. La acequia y la balsa todavía existen y se hallan en un aceptable estado. No es éste el caso del cubo, inutilizado tras dejar de funcionar el molino. Igual ocurre con el interior del molino. El espacio inferior, donde se hallaba el mecanismo o engranaje del molino, también se inutilizó, tapándose el cárcavo con material de relleno. La planta baja albergaba la sala de muelas. Éstas continúan en su sitio, pero obviamente sin función alguna. En esta misma planta se ha construido una chimenea y se ha cambiado la pavimentación original, de cemento, por otra de azulejos. No obstante se conserva la viguería del techo (de bovedillas). La planta superior, que servía de almacén o depósito tiene una entrada propia en la fachada lateral que da al Este. En la actualidad se utiliza para guardar herramientas y otros enseres, conservando su fisonomía original.

La fecha de construcción del edificio en su forma actual es 1910, pero el molino ya existía con anterioridad. Se conoce la fecha de construcción de este primer molino, alrededor de 1800 y, además, se tiene constancia de que funcionaba a mediados del siglo XIX, tal como se desprende de las informaciones aportadas por Madoz (1848) y Giménez Guited (1862). Dejó de molturar en la década de 1950. Es un gran ejemplo de la arquitectura popular bioclimática de la zona.

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